RIMAS SACRAS
La
primera edición es madrileña, de 1614, con el preciso título de Rimas sacras.
Primera parte. Que sepamos, nunca hubo una segunda parte. Estamos ante uno de
esos poemarios en los que el autor sintetiza toda una vena de su fértil musa.
Su estructura corresponde a lo que venimos llamando cancionero lopesco. Lo
integran un canzoniere petrarquista (los cien sonetos iniciales) y una variedad
de composiciones en diversos metros y géneros: poesía narrativa en octavas,
glosas, romances descriptivos, poemas en tercetos encadenados, liras y
canciones. Las Rimas sacras van a desarrollar ampliamente la palinodia que
exigía la tradición literaria del petrarquismo. No solo porque el soneto
inicial sea una reescritura del de Garcilaso de la Vega («Cuando me paro a contemplar
mi estado»), sino porque la idea esencial de ofrecer un ejemplo de
arrepentimiento del amor mundano está aquí desarrollada, no en un soneto, sino
en toda la serie inicial y en otros muchos poemas que pespuntean el
«canzoniere» petrarquesco. La mayoría de los sonetos de las Rimas sacras están
escritos en primera persona y dirigidos a un tú íntimo e inmediato. El más
celebrado de todos, el XVIII, es un monólogo del alma, que habla con voces
coloquiales y directas a un Jesús enamorado: « ¿Qué tengo yo, que mi amistad
procuras?». Frente a estos sonetos de la intimidad, se encuentran, en número
menor pero relevante, los de carácter hagiográfico, litúrgico o conmemorativo.
Sin embargo, algunos poemas narrativos, como «Las lágrimas de la Madalena», el
de mayor extensión, son continuación del universo poético predominante en los
sonetos. «Las lágrimas» pertenece a una especie de la épica.
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